Galicia, nos animamos a visitarla en el año 2.000 por su Gastronomía, por su Naturaleza tan diferente a nuestro entorno habitual. Y nos enamoró.
Todo es verde. Yo hasta ese momento, jamás había visto un árbol forrado de musgo, debido a la humedad, incluso conviviendo como si de una simbiosis se tratara, con un helecho. Esto se produce por las lluvias que a menudo riegan las tierras gallegas.
El primer pequeño descubrimiento, fue en una gasolinera, había en un ladito un pozo y amarrada a su arco de hierro una preciosa tela de araña, perfecta, totalmente cubierta de gotas de rocío, por el clima propio de allí, que hacían que pareciera de cristal. Qué cosa tan simple y bella a la vez.
Nos alojamos en el Hotel Carlos I, un hotel de 4* de Sanxenxo (según algunos, el Benidorm de Galicia… para mí las comparaciones son odiosas, y cada uno tiene su estilo), en el corazón de las Rias Baixas. El hotel una maravilla, el personal del comedor encantador, que te ofrecía repetir cuando estabamos que ya no podíamos con los platos, deliciosos, que había. El «problema» es que cuando salíamos por la mañana todavía no habían puesto el menú de la cena de ese día y claro, cuando volvíamos ocurría que el plato era fuerte y de marisco, y nosotros (unos «gordos mentales») ya nos habíamos puesto tibios de lo mismo en el almuerzo. Ni que decir tiene que el Almax fué mi gran compañero de viaje…
El marisco es su fuerte, los mejillones de allí da gusto verlos, son de mollas grandes y rosadas. Pudimos disfrutar de ellos, en una excursión en un barquito de esos «semi submarino», saliendo desde O Grove, que te ofrece ver el fondo del mar, para conocer las bateas (criaderos del mejillón) por bajo. Después te ofrecen una degustación (pedazo bandeja) de mejillones hechos al vapor en el momento acompañados de uno de sus vinos típicos, el Albariño.
Para qué hablar del Lacón con Grelos, del Pulpo a feira, de las bandejas de marisco que te «acosan» cuando vas a Santiado de Compostela por esa calle llena de marisquerías… mejor vas tú y lo pruebas.
La semana que estuvimos allí fue para hacer millas con el coche. Cada día íbamos a un rincón de Galicia, Pontevedra, Ourense (Saludos Alejandra!! qué bien comimos en ese mesón!!), A Coruña, y como no Santiago de Compostela, donde había mucho ambiente universitario, más chicas que chicos… (las mujeres al poder!!) y unos cuantos peregrinos haciendo el Camino de Santiago.
En A Coruña está la Costa da Morte, en Finisterre, el nombre lo dice, tiene unos rompientes en sus acantilados que dan miedo. Pero a su vez de una gran belleza. Allí se recogen percebes, con el riesgo que ello conlleva para los percebeiros. No hay que perderse la Torre de Hércules, faro que impresiona y desde el cual, subiendo unos «poquitos» escalones, puedes ver unas vistas preciosas de la ciudad. No hay que olvidar que acaba de ser declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco… por algo será.
La isla de La Toja y su Iglesia totalmente cubierta de conchas de vieiras. Curiosa. Bayona y su fortaleza. Los mercados de abastos con sus productos frescos y de una calidad inmejorable. Unas simples patatas, allí te saben a gloria. Será el agua, no sé, pero se nota la diferencia.
Hay tantos rincones para visitar, que lo mejor en mi opinión es hacer como hicimos nosotros, levantarse tempranito cada mañana y hacer kilómetros. En una semana, puedes ver mucho, y seguro que te va a gustar.
Carolinchi75