En 2007 nace el Grande Real Villa Italia Hotel & Spa, el último establecimiento del grupo y el más lujoso de los hoteles inaugurados recientemente en Cascais. De su pasado como residencia real no sólo conserva el nombre, sino también Villa D’Este, la mansión donde vivió Humberto II. Tanto el palacete (rehabilitado) como el edificio principal (de nueva construcción) llevan la impronta de Graça Viterbo, una de las más famosas diseñadoras de interiores portuguesas. Como si de un palacio contemporáneo se tratara, el hotel ha sido decorado con elegancia y un aire de suntuosidad chic en el que destacan las piezas de arte de la colección privada de Bernardino Gomes, fundador de Hotéis Real.
Las habitaciones -unas con vistas al Atlántico, otras orientadas a los jardines- están inspiradas en los colores del mar, azules y grises. En las suites predominan las tonalidades más exóticas y claras, los colores del atardecer, con un fondo blanco y beige. Pero la joya de la corona son los tres áticos del hotel, todo un homenaje a la familia real: en Villa D’Este, el dúplex de estilo clásico Rey Humberto, decorado con frescos y azulejos antiguos, en contraste con el de María Pía, 167 metros cuadrados -mini-spa incluido- de corte contemporáneo y revivalista .
El huésped se quedará prendado del tercer apartamento, Dona Regina Maria José. Ubicado en la última planta del edificio principal, tiene dos habitaciones, kitchenette, terraza, piscina exterior y un jacuzzi con vistas al océano. La decoración, cómo no, muy cool con un toque oriental. Uno no puede evitar sentirse menos plebeyo: el mini-bar ofrece artículos gourmet y una selección de los mejores tés y cafés del mundo; la casa británica Molton Brown firma los amenities; ponen a su disposición un cocinero para comidas y cenas privadas en el ático y puede permitirse cualquier capricho, puesto que recibirá un tratamiento VIP.
La dirección del hotel, en cualquier caso, le tentará a salir de sus dependencias con las propuestas gastronómicas del chef Paulo Pinto en los restaurantes Belvedere y Navegantes. Cocina mediterránea por naturaleza, marcadamente portuguesa en la selección de productos y atrevida en la mezcla de ingredientes. Cuando las temperaturas lo permiten -y son muchas las ocasiones-, el bar La Terraza es una excelente opción para tomar un aperitivo asomado a la piscina, los jardines y el mar.
En lo que respecta a los alrededores, el Grande Real Villa Italia no podría haber encontrado mejor emplazamiento: en el corazón de la costa de Estoril y la sierra de Sintra, refugio de la nobleza europea y lugar de recogimiento de órdenes monásticas. Su horizonte inmediato muestra una costa rocosa, con playas discretas -por lo pequeñas- y las callejuelas empedradas de Cascais, una aldea de pescadores venida a más con un fotogénico faro -el de Santa Marta-, el palacio de los Condes de Castro Guimaraes y las murallas de la Ciudadela.
Bastará tomar la carretera N247-7, que serpentea por el litoral, para llegar a la playa de Guincho, escenario habitual de windsurfistas. Puede continuar hasta el Cabo da Roca, un acantilado con una caída de 145 metros y vientos inmisericordes que no han conseguido abatir ni al faro ni a la pequeña oficina de turismo donde le extenderán un diploma que certifica que ha visitado el punto más occidental del continente europeo.
De espaldas al mar le espera la sierra, tierra fértil de musgos y helechos. El Parque Natural de Sintra-Cascais es un hallazgo en sí mismo. En un juego incesante de verdes y haces de luz, la carretera le llevará hasta la localidad de Sintra -Patrimonio de la Humanidad y «paraíso antes del pecado original» según Saramago-.
Encaramada a la montaña, sobresalen sus villas señoriales, el Palacio Nacional o la Quinta da Regaleira. Sin salir del Parque también podrá visitar el Palacio da Pena (siglo XIX), un delirio romántico hecho piedra; el austero Castelo dos Mouros y el más pobre de los conventos del imperio de Felipe II, el de los Capuchos (Capuchinos), una modesta construcción de piedra cuyo encanto reside en sus reducidas dimensiones y en el silencioso paraje donde se enclava.
Sin austeridad, pero sí con mucho sosiego, le recibirán de vuelta al hotel en su centro de talasoterapia. El Real Spa Marine rescata el concepto de terma romana en sus mil metros cuadrados y utiliza todas las propiedades del agua de mar en sus tratamientos y en su circuito de chorros con sauna, hammam y fuente de hielo incluidos. Un gimnasio y dos piscinas climatizadas completan la oferta de salud y bienestar.
En el capítulo de los negocios -el último pero no por ello menos importante-, no debemos obviar que el Grande Real Villa Italia ofrece un completo business centre y catorce salas de reunión con los últimos adelantos tecnológicos, una decoración acogedora y luz natural, en sintonía con el resto del hotel. Y mientras, y siempre, al otro lado del jardín la vida es océano.
Fuente: http://www.elmundo.es
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