Almería alberga uno de los espacios protegidos más importantes del Mediterráneo
A veces el turista (aceptémoslo: lo somos) quiere ser menos turista, o hacer un tipo de turismo diferente, dar media vuelta en la orilla de una playa fantástica y no encontrarse con una urbanización intimidadora, con un masajista que le tiende una fotocopia con la tabla de precios, con el muchacho de los hidropedales gritando a unos niños que la media hora pasó hace media hora, con el de las hamacas que nos trae la vuelta, con siete jóvenes musculosos que intimidan más que la urbanización y nos dan el tercer balonazo, con esa señora de voz chillona pregonando el nombre de uno de sus nietos, nombre que no reproducimos porque seguro que nombramos al hijo de algún amigo, en fin, a veces puede suceder que queramos quitarnos de en medio y sentir que nos situamos en mitad del desierto y que ese desierto de nuestros sueños tiene playas que no sean espejismos, pueblos pequeños de casas de una sola planta con fachadas redondeadas a golpe de cal, con caminos que terminan en otra playa, con playas desde donde nadar a una cala a la que sólo se llega por mar, con senderos que bordean acantilados, con fondos marinos para no quitarnos las gafas de bucear en una semana, con un ritmo leeeento. Entonces, nuestro destino es el Cabo de Gata. Lo ideal: como siempre, dejar que pase agosto.
El Cabo de Gata
En Almería nos encontramos con uno de los espacios protegidos marítimo terrestres con mayor superficie e importancia del Mediterráneo occidental. De origen volcánico y de clima desértico, el contraste del azul del mar con la piedra oscura o con el oro encendido de las montañas, unidos a la falta de construcción agresiva, a las playas protegidas por acantilados y al ambiente relajado convierten este lugar en un destino apasionante. El Cabo es el punto más oriental del golfo de Almería, y da nombre al Parque Natural Cabo de Gata-Níjar, pues está situado en el término municipal de Níjar. Merece la pena llegar al cabo, subir las rocas y ver desde arriba los arrecifes de las Sirenas, esos islotes que rodean el Cabo y se adentran en el mar. Luego bajamos las rocas, pues ya hemos cumplido, y a la playa, leche, que es lo que buscábamos.
San José
En cualquier costa, San José no pasaría de ser un pueblo que ha desarrollado con más o menos timidez un turismo alternativo, amante de la calma y de los deportes acuáticos, pero en el marco del Cabo de Gata, San José es una señora capital, una antigua aldea de pescadores que vive hoy volcada hacia el turismo, con una playa en el centro del pueblo que cuenta con duchas (algo inusual en todo el parque natural), un puerto deportivo, varios hoteles (algo también inusual) aunque de baja altura, y un puñado de bares y restaurantes.
Desde San José se accede por camino de tierra -perfectamente apto para coches- hasta dos de las playas más famosas: la de Genoveses (de las más grandes del parque, rodeada de dunas, una playa que impresionará a todos), y la del Mónsul, con una gran roca en medio. Dos playas salvajes, pero menos salvajes, pues no es complicado llegar a ellas en coche.
Las Negras
Pero ya que buscamos ese otro turismo, busquémoslo del todo. Sigamos las indicaciones, perdámonos, preguntemos y lleguemos a Las Negras. Las Negras es un conjunto de casas cúbicas cuya calle principal termina en una playa de arena oscura y piedras, sin duda no es la mejor playa de la zona, pero sentarse al atardecer entre las barcas de los pescadores, y la posibilidad de hacer excursiones a otras playas estupendas, nos hace sentir que éste era el destino soñado.
Para los menos previsores (o rácanos, o muy perjudicados por el euríbor) contamos con el minisupermercado (vaya contradicción) de Cacho, que a lo mejor es quien nos ha alquilado el apartamento, pues todo el mundo alquila alguno, a pie de playa, o ‘alejado’ de la playa un máximo de cien metros (es que nos salimos de Las Negras) donde cocinarnos algo si la jornada ha sido intensa y no nos apetece ni salir a cenar, algo que no se lo cree nadie, por favor, tomemos un pescado de la zona, unas tapas, deambulemos un poco arrullados por el rugido del mar, pero a la cama pronto porque al día siguiente podemos ir a la cala de San Pedro, una caminata con el premio de la primera vista de la cala desde arriba, una bahía de cuento que encanta a los últimos hippies (o penúltimos, yo qué sé). Podríamos seguir caminando y encontrar otras calas, donde los pocos bañistas suelen prescindir del textil, si les imitamos hay que hacerlo con cuidado: usemos crema protectora, que luego se nos quema el culete y no podemos salir a tomarnos ese pescado (bueno, sí podemos pero de pie).
Rodalquilar
También puede ser que busquemos más calma aún, menos casas, más orden, en ese caso en el camino de San José a Las Negras desviémonos hacia Rodalquilar. El conjunto de casas de arquitectura mediterránea (nos referimos a la arquitectura mediterránea bonita, no la hortera) con un toque colonial se encuentra muy cerca de una antigua mina de oro a la que podemos acercarnos; de día impresiona, de noche da susto y se acuerda uno de la película ‘Tres días’, con Eduard Fernández que era un tío malísimo.
Para comer no hay mucha variedad pero sí suficiente, y además ningún sitio está realmente lejos, así que podemos acercarnos a la Isleta del Moro, por ejemplo, y tomarnos ese pescado del lugar en el pequeño embarcadero que dicen que era frecuentado por árabes y piratas (y piratas árabes, que no todos los árabes eran buenos, ni tampoco todos los piratas eran malos), hoy este peñón metido en el mar, esta belleza, es uno de los centros de buceo.
Si hemos ido de día a la Isleta del Moro, acerquémonos a Los Escullos, con sus rocas que parecen las gárgolas de Notre-Dame, su playa y su castillo de San Felipe. Siguiendo otro camino de tierra desde Rodalquilar durante tres kilómetros llegamos a El Playazo, una playa de arena fina y palmeras que refleja toda la belleza de África, digo del desierto de Almería, es una de las playas que aparece en las postales del parque natural. En Rodalquilar, además, está la única oficina de información turística que abre todo el año. Que lo disfruten.
No se lo pierda
Dónde comer
Lo suyo es darse un baño en una de las formidables calas y luego acercarse al restaurante más próximo, a ser posible de pescado fresco. Para quienes quieran un sitio de más presencia, y más precio, comentamos un par de ellos y un tercero más informal.
Restaurante La Cueva: En el paseo marítimo de San José. Excelente pescado. Tlf.: 950 38 01 54.
Restaurante La Esquina: En Las Negras, éste para los que quieran descansar de pescado y quieran tomarse una buena pizza frente a la playa. Tlf.: 950 38 80 97. Restaurante El Trota: En Rodalquilar. Comida francesa (el restaurante lo regenta una pareja francesa), pero también pescado y cuscús. Tlf.: 950 38 98 13.
Dónde dormir
Para dormir aconsejamos alquilar un apartamento. Pero hay otras opciones, gracias a Dios entre ellas no está El Algarrobico, esa mole en pleno parque natural.
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Hotel Cortijo El Sotillo: San José
Hotel Rodalquilar: Hotel con encanto y con cuatro estrellas. De arquitectura andalusí. Unos 150 euros la doble en temporada alta (100 en temporada media) con desayuno.
Camping Los Escullos: De primera categoría. ‘Bungalows’ (para cuatro o cinco personas, dos habitaciones, baño, cocina, y terraza) por 110 euros. Algunos adaptados para personas con discapacidad Tlf.: 950 38 98 11.
Fuente: http://www.diariosur.es/20080816/sociedad/cabo-gata-forma-diferente-20080816.html